Vamos a hablar sobre las particularidades de las clases de idiomas para el público adulto.
(Esta entrada, originalmente publicada en Espanhol na Rede el 11.09.2013, fue migrada para este sitio el 27.02.2021)
El factor edad es una de las variables que influyen en la enseñanza/aprendizaje de un idioma. Niños, adolescentes, jóvenes y adultos son grupos con características psicológicas y cognitivas diferenciadas. Hoy vamos a hablar sobre las particularidades de las clases de idiomas para el público adulto.
Quizás me gustan porque siento que los entiendo, porque cuando se encara un desafío como el de aprender o perfeccionar una lengua tratando de abrir un espacio entre miles de ocupaciones y responsabilidades para establecer una rutina de trabajo, se ponen en marcha varios procesos interesantes y me gusta estar ahí para contribuir.
Me encanta trabajar con adultos. Por adultos entiéndase personas a partir de los 16 o 17 años, que deciden aprender español por su propia y espontánea voluntad.
Por sus características, esta franja etárea plantea varios desafíos que veremos a continuación, pero también son muchas las satisfacciones que obtengo como profesora, orgullosa con cada paso hacia adelante que dan mis estudiantes queridos.
Veamos algunas de las características de los adultos como aprendientes de idiomas:
1) Trabajan, estudian, tienen familia y, ¡siempre están ocupados!
Y ahí ya tenemos el primer desafío para el aprendiente: dedicarse al español con constancia y regularidad en el tiempo, por ejemplo dos veces por semana, sin desmotivarse ni aflojarle por el camino.
Es como ir al gimnasio, como empezar la dieta. «El lunes empiezo»… Esta dificultad a su vez exige del profesor paciencia, comprensión, ponerse en el lugar del otro pero sin dejar de estimularlo a seguir adelante.
Cuando me encuentro con un alumno que hace un tiempo que no practica, lo primero que me dice es «profe, la semana que viene me organizo y empiezo el curso».
En realidad mi intención es simplemente saludarlo, ver cómo está, qué novedades tiene… pero no podemos olvidar que nosotros como profesores somos «representantes» del estudio, les recordamos la responsabilidad con nuestra sola presencia.
Sin decir nada, traemos a la superficie esa lucha interna de las personas entre lo que quieren aprender, los objetivos que quieren lograr y por otro lado, esa pereza que surge a veces, la falta de organización, la comodidad a la que todos en algún momento u otro hemos cedido.
2) Traen un bagaje de conocimiento y experiencia.
Su personalidad ya está formada, tienen desarrolladas sus habilidades cognitivas y esto facilita mucho el aprendizaje, sobre todo en los niveles iniciales.
Son capaces de hacer una transferencia de estas habilidades y destrezas al aprendizaje del español, de manera que se puede avanzar bastante rápido en el nivel básico.
El conocimiento del mundo que poseen facilita muchísimo el aprendizaje, además de tornar la experiencia muy rica también para el profesor.
Conversando con mis alumnos he aprendido de todo un poco, porque en el español para fines específicos sobre todo, en que el papel del docente es entrenar en el uso de la lengua para que ellos puedan desempeñar sus funciones en español, el conocimiento lo aporta el aprendiente.
3) Tienen objetivos claros.
Ya sea que necesitan el idioma por cuestiones de trabajo o estudio, para un examen internacional o porque les gusta aprender español, saben bien lo que quieren.
Esto facilita mucho mi trabajo, que consiste en guiarlos para que puedan alcanzar el objetivo, diseñando estrategias, seleccionando materiales y preparando actividades.
4) Pueden llegar a ser un poco reacios a metodologías innovadoras.
Esto puede ocurrir porque ya vienen con una concepción acerca de cómo debe ser una clase de lenguas por sus experiencias anteriores.
La buena noticia es que actualmente se considera que cada aprendiente tiene sus características individualísimas: cada uno aprende a su manera y no existe un método mágico que sirve para todos.
El rol del profesor consiste en identificar el estilo de aprendizaje de cada uno y proponer actividades que se adapten al mismo.
A mí me gusta mucho conversar con la persona sobre el propio proceso, reflexionar sobre qué actividades o abordaje siente que le sirven más, proponer cosas nuevas pero siempre dando la justificativa teórica – una breve síntesis, ¡para no aburrir! – para que el estudiante sepa lo que estamos haciendo y para qué.
Considero importantísimo que sean actores y dueños de su propio proceso de aprendizaje.
5) Tienen muchas ganas de aprender.
Lo importante es capitalizar esa motivación y mantener la pelota en juego, es decir, propiciar que se mantenga ese interés, dar aliento y hacerles notar todo lo que están haciendo bien para que vean su progreso.
En cuanto a las dificultades con la lengua y los errores, que forman parte del proceso, debo reconocer que su presencia no me molesta, al contrario, ¡me parece tan lindo escuchar a una persona hablar con acento extranjero!
Pero soy consciente de que es importante hablar correctamente, entonces mi papel consiste en ayudarlos a mejorar cada vez más; por eso no podemos ignorar los errores, hay que abordarlos en forma directa y sin dramas.
Otra cosa que no podemos olvidar es que el humor es fundamental: el juego, las bromas, para distender y crear un clima agradable. ¡A todos nos gusta jugar y reírnos!
Para terminar estas reflexiones, sin pretensión de ser muy académicas que digamos, concluyo que es muy grato trabajar con personas con las que me puedo identificar en su incansable esfuerzo por lograr sus objetivos, aprendo muchísimo con todos ellos, nos divertimos y logramos cosas importantes juntos.
¿Y tú qué piensas? ¿Te gusta trabajar con adultos? ¿O te sientes más cómodo/a trabajando con niños o adolescentes? Escribe tu opinión en los comentarios.
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